-Me llamo Guy -dijo él-. Tengo una galería en la 79.
Miranda suspiró.
-Por supuesto.
-Tal vez la conozcas.
-Mira, Guy...
-¿Qué? -preguntó él.
-¿Puedes tocarme el ano con la polla?
Guy sonrió maliciosamente.
-Desde luego.
-Entonces te sugiero que te des por culo.
[...] El hombre la tomó de la mano y empezó a tirar de ella hacia la escalera.[...] Terminaron en el dormitorio del ricacho, que tenía una colcha de seda roja en la cama, y para colmo Guy llevaba ensima cocaína. Empezaron a besarse. La gente entraba y salía de la habitación.
[...]Cuando terminaron, él dijo:
-Oye cielo, será mejor que no se lo cuentes a mi novia.- Y le metió la lengua en la boca por última vez.